El farol de una cantina,
la neblina del Riachuelo
que ha tendido bajo el cielo
como un pálido crespón
y en la mesa, donde pesa
su tristeza sin consuelo,
Don Giovanni está llorando
con la voz del acordeón ...
Su lejana cantilena
se despena, se hace espina
con la dura desventura
que lastima sin matar,
y repite que mañana
volverá su ragazzina,
mariposa mentirosa
remontada sobre el mar.

¡Domani! ...
Volverá mañana,
lejana
pesadilla que pasó...
Y el pobre Don Giovanni
se repite que domani
volverá la niña buena...
Y en la copa que envenena
suena siempre vana
-¡mañana!-
la mentira del alcohol.

Pero inútil...
Ya no queda ni el rincón
de la esperanza.
Sólo puebla su tristeza
la aspereza del pesar
y en la niebla de los años,
y en la muerte que lo alcanza
hay un canto como un llanto
que regresa desde el mar...

Es la voz de los veleros
que llevaron las neblinas
son los viejos puertos muertos
que están mucho más allá
y los ecos que lo aturden,
el alcohol que la asesina
cuando grita que su pobre
ragazzina volverá.

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