Procurando que el mundo no la vea
ahí va la pobre fea
camino del taller
y a su paso, cual todas la mañanas,
las burlas inhumanas
la hieren por doquier.
Cuando alguno le dice una torpeza
inclina la cabeza
transida de dolor,
y piensa con amargo desencanto:
Por qué se reirán tanto
de mi fealdad, ¡Señor!...

Una noche su viejita
en el cuarto llorando la encontró
y la fea, ¡pobrecita!,
la tragedia de su alma le confió
aquel hombre que debía
conducirla muy pronto ante el altar,
con su amiga Rosalía,
la que ella más quería,
se acaba de escapar...

Cada vez que la llevan a una fiesta,
en procura de olvido y distracción,
con el último acorde de la orquesta
en su alma agoniza otra ilusión.
Sus amigas ya todas se han casado
sólo ella está huérfana de amor,
¡pobre fea! y ayer le han encargado
el ajuar de su hermana la menor.

En plena juventud ya estaba vieja,
nunca exhaló una queja,
al ver tanta maldad,
soportando en su alma sola y mustia
como una flor de angustia,
la cruz de su fealdad.
Para todos tenía una sonrisa
fue noble, fue sumisa
su drama nadie vio.
Pero fue tan pesada su cadena,
tan grande fue su pena,
¡que anoche se mató!...

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